Author Archives: Mainor Perez

“VOLVED A LAS SENDAS ANTIGUAS”

INTRODUCCIÓN.

A.  Proverbio Chino. “Un camino, si no lo andas nunca llegas”.

Ésta es una verdad cristalina en todos los contextos que nos ocupen. Para poder llegar al final del camino que transitamos hay que esforzarse y dedicarse plenamente. Si queremos agradar a Dios debemos esforzarnos por cumplir su voluntad caminando por las sendas que Él ha trazado.

B.  En la canción  de  Alberto   Vázquez    y    Joan     Sebástian  “Maracas”.

En los años ochenta nos presentan una capital y trascendental verdad que ilustra nuestra  reflexión  acerca de la necesidad de volver a las sendas antiguas. Ellos observaron a un  hombre; ya viejo, que ante el espejo de  su vida, contemplaba su condición social (estado civil), y al  encontrarse consigo  mismo reconoció uno de sus más grandes errores; el haber perdido el amor de su vida. Su mejor amigo le dice: “pongamos juntos serenatas…, tú la  guitarra y yo maracas, conquístala, ámala, como cuando teníamos 16”, en otras palabras le estaba diciendo, hay que empezar de nuevo. Volvamos a las sendas de nuestros años mozos y gana de nuevo su amor.

 C.   Jeremías inspirado por el Espíritu de Dios escribió las siguientes palabras:

“Así dijo Jehová Dios: Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos”.

I.   LAS SENDAS ACTUALES.

A.  El interior del corazón del hombre.

¡Qué trágico! Al igual que aquel hombre de la canción muchas personas ahora mismo yacen en el polvo de la miseria, del desencanto, de la amargura, del vacío, del abandono, de la desintegración familiar, del abuso, del objeto de consumo, de la irrealización personal. ¿Cuántos serían capaces de dar lo más preciado de sus intereses por tener una nueva oportunidad y empezar de nuevo?  Usted mismo apreciable lector, qué haría si tuviera de nuevo la oportunidad de reiniciar su juventud, su vida matrimonial, su inversión en los negocios, su vida de fe. No cabe duda que más de una vez estos pensamientos han asaltado nuestro corazón.

 B.   La sociedad actual. El mundo que nos rodea.       

Las demandas actuales de mercadeo, de comercialización, la falta de preparación académica, la desintegración social, las políticas internacionales de globalización, los aportes de la nueva era, los crecientes mensajes de pornografía, y los intereses religiosos están cada día incrementando el avance vertiginoso hacia un futuro cada vez más inestable y caótico del hombre dentro de la sociedad que nos cobija en la actualidad. El “avance sin precedentes de la tecnología”  y  “No es una época de cambio sino un cambio de época” <palabras textuales tomadas de Frei Betto y Pablo Richard, por Chacón  Z. Roberto; Los retos de la globalización para una nueva pastoral Cristiana>, claramente evidencian que el foco de atención en todos los estratos de la sociedad actual giran en torno a experiencias y valores que cada vez más nos distancian del modelo de vida ideal contextualizado por el Señor del cielo y de la tierra, del Dios que vive y reina para siempre.                                            

 C.   El liderazgo de la Iglesia de Cristo.

Miremos con profunda honestidad hacia las bases de nuestra espiritualidad y veremos que hay muchas cosas que no están cursando por las sendas ideales del espíritu cristiano. ¿Qué calidad de vida y consecuencia con lo que creemos y muy diestramente defendemos realmente predomina en nuestros hogares? ¿Cuánta luz y sal se puede ver y saborear en la calidad de vida de cada líder cristiano en este nuevo milenio? ¿Cuán comprometidos estamos realmente con la causa de Cristo y su palabra? ¿Cuántos de nosotros somos uno más de las masas de los que han abrazado la tecnología y no hablo de informática solamente, sino de todo aquello que hay en la sociedad que se priorisa ante lo espiritual?

D.   El mundo denominacional, el sectarismo.  

Y qué decir de los grupos religiosos que profetizan falsas esperanzas a los hombres con sus mensajes opuestos a la palabra de Dios (Jer.7:8). Grandes cruzadas de la guerra espiritual, de los pactos de prosperidad para salir de las deudas, de sanidad divina siguen siendo los caballitos de batalla que se corean por doquier con nuevos bríos y diversos matices que manifiestan a los falsos maestros, al espíritu de error y a la apostasía claramente predicha en las escrituras (Mt.7:15; 2 Co.11:13). Hombres que pregonan paz, donde no habrá paz, que pregonan seguridad donde habrá juicio y castigo por  confiar en la voz de los hombres (Mi.3:11) y  no oír la voz de Dios revelada en las sagradas escrituras (Jn. 8:47).

E.  Nuestros hogares, nuestras familias.

Centrando la mirada en nuestros  hogares,  ¿Qué vemos? ¿Cuánto de Cristo hay en cada hogar? ¿Qué valores son los prioritarios? La verdad es que la situación actual de muchos hogares es idéntica a la que cursaba el hilo de la historia en los días de Jeremías; era un pueblo que se  había olvidado del Señor de la gracia y que se encontraba sin conocimiento de su palabra. El profeta se preguntaba al principio el por qué tenía que hablar a gente que “no” escucharía; para quienes la palabra de Dios no tendría ningún interés en absoluto (Jer. 6:10).  Pero luego reconoció el  por qué debía  hablar: éste estaba lleno de la ira de Dios; y no podía aguantar sus palabras ni un momento más; habían de ser proclamadas al pueblo, tal como el juicio mismo sería  proclamado (Jer. 6:11,12,21).

 II.   LAS SENDAS QUE TRANSITÓ EL PUEBLO DE DIOS EN TIEMPOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO.

A.  Individual y colectivamente honraron a Dios.

Hubo hombres de enorme calidad de vida, fieles como un Noé; que brilló cual antorcha en medio de toda la creación humana de su tiempo (Gn. 6:8). Fue un padre de familia que supo educar y guiar a su familia por los senderos de obediencia delante de Dios. Tan grande fue su influencia, que los motivó a entrar con él en el Arca para ser salvos.  Luego vemos al renombrado Enoc, mejor conocido como “el que caminó con Dios”; su fidelidad  le confirió por voluntad divina, el privilegio de experimentar el maravilloso milagro de traslación al hades (Gn. 5:24). Camino que, años más tarde seguiría el poderoso Elías, quien también fuera transportado al seno de los justos (2 Rey. 2:11). Y ¿Qué decir de reyes como Asa, Ezequías, y Josías que fueron leales al pacto y de los  momentos sublimes que, como nación; se cobijaron bajo la mano tierna y dulce de Jehová de los ejércitos para servirle de todo corazón; por ejemplo en los tiempos de la vida de Josué (Jue. 2:7-10) y de la obediencia del pueblo en los días del reinado de Ezequías. Caminos que llenaron de gloria al pueblo escogido de Dios y que forjaron huellas imborrables para muchos fieles que en años posteriores mantuvieron su integridad en alta estima.

 B.  Individual y colectivamente deshonraron a Dios.

Después de sus padres, Caín fue el primero en encabezar la larga lista de pecadores, quien manchara la tierra con la sangre inocente de su propio hermano. ¿Y qué decir de aquel Lamec quien fuera el primer polígamo que pervirtiera el hermoso ideal de Dios en cuanto al matrimonio? De David con su pecado de inmoralidad. De un Manasés quien llevó a Israel a un grado de corrupción y pecaminosidad sin precedentes en la historia del pueblo de Dios. Y es en este contexto de maldad que nos centramos al hacer la urgente reflexión de “Volver a las sendas antiguas”; ya que por la condición espiritual quebrantada del pueblo, la ira de Dios se encendió contra Israel y luego contra Judá presagiando el hirviente y escaldante juicio que vendría (Jer. 1:13,14) por pecados de avaricia (Jer. 6:13); dirigentes falsos (Jer. 6:13,14); abominaciones (Jer. 6:15); terquedad y abandono de la ley (Jer. 6:16-19); y falsos sacrificios (Jer. 6:20). En el capítulo 7 del mismo libro vemos a Jehová Dios presentando a través de Jeremías una de las tantas listas detalladas (más o menos catorce) de  sendas pecaminosas que acusaban al pueblo de Dios y evidenciaban los caminos torcidos, las sendas malas por las cuales en ese momento estaban transitando.

III.  LAS RAZONES POR LAS CUALES DEBEMOS VOLVER A LAS SENDAS ANTIGUAS.

A.  Dios en su inmensurable amor desea que el hombre viva en las sendas de la santidad, justicia y vida piadosa (Tit. 2:11,12).

Este fue el loable propósito para el cual Jehová Dios delineó perfectamente todas las cosas en la génesis de la historia humana. Dios instruyó a Adán y Eva en cuanto a su voluntad (Gn. 1:28-30; 2:15-17). El paraíso gozaba de la inocencia, pureza y rectitud innata con la cual lo selló el Creador “y he aquí que era bueno en gran manera” (Gn. 1:31). Luego de la caída de ambos y el oscuro episodio de Caín, los hijos de Set “comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (Gn. 1:26). Luego vemos a Enoc (Gn. 5:24) que encabeza la selecta lista de los hombres que caminaron con Dios; pasando por Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, y Moisés entre tantos que correspondieron al ideal del Santo de Israel,  (Ex. 3:5; 15:11) a pesar de sus debilidades. Desde tempranas horas de la vida de su pueblo amado, esta misma senda fue demandada en el A. T. (Ex. 19:6) y es demandada ahora también en la ley de Cristo (Ro. 12:1).

 B.   A pesar del extravío del hombre, al caminar por las sendas pecaminosas, Dios ha insistido y sigue insistiendo para que el hombre vuelva a las sendas antiguas (Jer. 6:16).

Dios incesantemente envió pregoneros para que predicaran la necesidad de volver a los caminos del Señor. Este mensaje hizo eco en la voz de Zacarías (1:4),  Ezequiel (33:11), Hageo (1:5,7), Malaquías (3:7) y por supuesto en otros más, entre ellos Jeremías quien nos ocupa. Sus mensajes claramente evidenciaban la razón del llamamiento al parecer, primero;  porque olvidaron a su Dios (Jer. 2:32), y luego porque caminaron por sendas no autorizadas por Dios (Jer. 18:15). El Santo de Israel nunca  dormitó, Él y su Palabra soberana siempre estuvieron despiertos, cual almendro al inicio de la estación (Jer. 1:11,12).  Jeremías recibió las visiones proféticas a fin de serle mostrada la naturaleza poderosa de las palabras y de la voluntad de Dios. Jeremías en su primera visión vio una vara o rama de un almendro. <Almendro> es la traducción de la palabra hebrea <shaqed> que literalmente significa <despertar>. “Bien has visto” dijo Dios, “porque yo apresuro (la palabra hebrea apresuro es <shoqed>) mi palabra para ponerla por obra” . La relación existente entre la visión  y su aplicación puede verse en el hecho de que el almendro que florece alrededor del mes de enero era el primer árbol en despertar después de un largo y obscuro invierno, en el cual las flores aparecen antes que las hojas. Este símbolo de despertamiento adecuaba la palabra de Dios, porque aunque Su pueblo, el pueblo de Dios, estaba aposentado en tinieblas, y el frío sueño de la falta de espiritualidad, su palabra estaba siempre despierta, (Viva, activa y eficaz.  He. 4:12) vigilada por Él mismo, llevando a cabo diariamente el cumplimiento inalterable de sus designios soberanos.

Y en Jeremías no podía fallar ese llamamiento con gran ahínco. Y después de esto el tierno y cálido llamamiento de Dios aparece en (Jer. 6:16,17) como un destello de luz; cual rastro del relámpago; en la oscura tormenta en medio de una lista de pecados, que es como el agua pura de un arroyo entrando en un estanque turbio. El llamamiento es para que el pueblo vuelva a la “senda” antigua <el buen camino por el cual caminaron los hombres justos del pasado>, y transiten en esa misma senda donde abundan los lugares de delicados pastos (Sal. 23:1), para que pudieran descansar sus almas bajo el amparo y protección del gigante de Israel; el Todopoderoso. Era la llamada dulce de un Dios paciente, que a pesar de la caótica condición en que se encontraba Su pueblo no pudo esconder su carácter benigno y amoroso que siempre le ha caracterizado.

C.  El hombre fue capacitado para cumplir con el ideal de Dios en cuanto a vivir en santidad, justicia y piedad (1 P. 1:15,16; Ef. 1:3-6).

El poder transformador del evangelio hace posible que en el nuevo nacimiento cada creyente abandone la naturaleza vieja y pecaminosa para adoptar una nueva  naturaleza gobernada  por una conciencia pura delante de Dios (1 P. 3:21). Dios ha provisto todo lo necesario para que el cristiano pueda  caminar por las sendas de la santidad (Ef. 2.10; Tit. 2:14; 3:4-8). Pablo habla de la urgencia de tomar la armadura de Dios para resistir toda obra e influencia pecaminosa que atente contra la espiritualidad y las sendas dignas por las cuales todo creyente fiel debe transitar. Su palabra, su  gracia y su amor constantemente suministran al cristiano el poder para vencer al pecado y  honrar el nombre de su Dios (Sal. 37:23; 119:133).

 D.  El fin de las sendas que no glorifican a Dios será nefasto.

Cuando Dios a través de Jeremías hizo el llamado de volver a las sendas antiguas, Él mismo estableció una triste realidad de la que fue objeto el pueblo de Dios en los tiempos pasados. La repuesta desafiante del pueblo fue un grito perverso, malagradecido y trágico de: “¡No andaremos!” (Jer. 6:16). Es triste observar el siclo de respuestas pecaminosas que los judíos dieron al rechazar el amor y cuidado de Dios pero lo es más aún, ver en nuestros días la perseverante obstinación de muchos que persisten en caminar por sendas que Dios no ha autorizado en su palabra y que confiadamente defienden argumentando una serie de falacias, excusas y mentiras que siguen haciendo eco en el trágico abismo que está llevando a muchos a la perdición “caminos de muerte”; como bien lo declarara el proverbista en Pr. 14:12-14. No cabe duda de que aunque el hombre ignore esta realidad ante los ojos de Dios no hay camino oculto que el hombre transite que no sea de su conocimiento (Jer. 16:17), y que finalmente Dios dará “a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jer. 17:10).

CONCLUSIÓN.                   

 A.  Cada ser humano en la faz de la tierra debería hacer una objetiva evaluación acerca de cuál es la senda por la cuál está ahora mismo transitando. ¿Qué tanto refleja mi camino, la senda antigua y gloriosa que Dios demandó de aquellos que quisieron cobijarse debajo de su mano poderosa?

B.   “Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Sal. 86: 11).

C.    Que Dios nos bendiga a través de su palabra y que este mensaje nos haga reflexionar al considerar las distintas sendas por donde muchos de nosotros estamos caminando ahora mismo y que estas razones por las cuales debemos volver a las sendas antiguas nos estimulen a retornar al camino de santidad, justicia, verdad y amor en Cristo Jesús Señor nuestro, Amén.

Mainor Pérez Medina

“EL PLAN DE DIOS PARA REDIMIR AL HOMBRE”

Se ha preguntado alguna vez ¿Cuál es el Plan de Dios para redimir al hombre? Esta es la pregunta más importante que toda persona debería hacer y conocer. Todos sabemos de la existencia de Dios, de Jesucristo el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Nadie niega que la muerte de Cristo fue sumamente dolorosa, el castigo más cruel de su época, pero también es necesario entender que su muerte tenía un propósito divino. El Señor por amor a nosotros, llevó el castigo que nosotros merecíamos como pecadores, para darnos la esperanza de reconciliación.

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Bendiciones.

Mainor Pérez.